martes, 5 de noviembre de 2013

CAPITALISMO: MIGAJAS PARA HOY, HAMBRE PARA MAÑANA



Si al precio final de un producto, sea cual sea, extraemos el valor de coste de dicha materia prima con la que se ha elaborado, los costes de la fábrica, la luz, etc, sólo nos queda un valor que el propietario de los medios de producción divide en dos, su ganancia y tu sueldo. Esta es la base de la explotación, de la acumulación de capital y sus efectos, de la inflación y de todas las consecuencias económicas que dicho acto desempeña.
Aparentemente esta visión se presenta como algo “normal”, el funcionamiento clásico del capitalismo. Nadie se alarma por tener unos propietarios que viven de su trabajo, porque aunque a sabiendas que el precio de las máquinas y del mantenimiento de la fábrica/taller es un valor constante en el precio final del producto, sigue presentándose el trabajo asalariado –y en las condiciones actuales más que nunca- como un regalo divino al que casi tienes que rendir pleitesía. Se oye decir: “Los propietarios no tienen porque trabajar, ya que ellos han puesto las máquinas”, aunque nadie se plantee, que las máquinas se amortizan con un valor constante incluido en el precio final del producto. Entonces, ¿de dónde sale el sueldo de los jefes si no es de la mano de obra de los trabajadores? ¿Por qué, si todos partimos de las mismas oportunidades, unos nacen para trabajar y otros para vivir de los que trabajan? Y de ser así, ¿de dónde nace ese capital inicial que marca nuestras vidas sino es del robo de salarios de trabajadores de generaciones pasadas?

Comprender esta ilógica interiorizada, es comprender la base de este sistema. Cualquiera que tenga en conocimiento dicho análisis no permanecerá asombrado al oír por las televisiones que acrecientan los recortes en educación, en sanidad, en jubilación o que el precio de la gasolina y de los productos de primera necesidad paradójicamente suben de precio en tiempos de crisis. La persona que es consciente de la esencia del capitalismo, sabe a qué atienden tanto las migajas que regaló el Estado en tiempos de bonanza como la privatización de los sectores sanitarios y educativos en tiempos de menor renta para el trabajador; porque sabe de primeras, que los productos que ayer abarrotaban estanterías, mañana serían consumidos tan sólo por unos pocos a un precio desorbitado. Es consciente de las etapas claramente diferenciadas entre un capitalismo en auge monetario que se veía compensando caritativamente en el bolsillo de la clase trabajadora y por ende en las instituciones a cargo del Estado que se dedicaban a sanar y educar a la misma, a una etapa monopolista donde el capital se encuentra acumulado en grupos empresariales concretos. Dicha acumulación explica la ausencia del movimiento en el mercado, porque sólo se puede acumular aumentando la tasa de ganancia del propietario. ¿Y cómo se aumenta la tasa de ganancia? Efectivamente, podemos acudir a las reformas laborales que nos contestarán: “rebajando los sueldos”.

El estancamiento del mercado en grupos empresariales privados, también obliga al propio Estado a recortar gastos en las instituciones más básicas; como la educación y la sanidad. ¿Para qué invertir en curar y profesionalizar a unas máquinas –refiriéndome a los/las trabajadores/as- que no producen? (Véanse los 6.000.000 de parados) Y al sector privado afecta de otro modo muy distinto. La baja demanda debido a la escasez de sueldos de la clase trabajadora, que no puede mantener unos consumos que la anarquía productiva del capitalismo pretendía imponer para su subsistencia, ha creado una sobreproducción. A su vez, el auge económico de la primera etapa del capitalismo, creó unas infraestructuras empresariales correspondientes al consumo que pretendía establecer. Ahora, la misma inversión que en su día sirvió a los propietarios se vuelve en contra de sus intereses, ¿cómo mantener tales infraestructuras con una demanda que cada vez se minimiza más?

La respuesta, como ya he indicado antes, respondería al saqueo de derechos laborales que recaen sobre los/las trabajadores/as. Estos grupos empresariales entran ahora en una lucha agresiva de precios mínimos, lo que obliga a una bajada de precios. Y cuya victoria de un grupo sobre otro (monopolios) tiene un doble efecto; gana la demanda que ésta cubría pero aumenta a su vez el gasto de una infraestructura sobredimensionada que crece sin parar.

Tal es la explicación que corresponde a las medidas de “ajuste social” en tiempos de crisis. Los monopolios siguen luchando por su mera supervivencia, y ya sabemos que significa… que nosotros/as los/las trabajadores/as estamos en el punto de mira.

La visión de tener un trabajo entra en una contradicción. Dada la escasez del mercado, el trabajo, se presenta como un “privilegio”. Una ilógica al saber que nuestro trabajo, cada día en peores condiciones, mantiene a quienes nos arruinan y nos condenan a la miseria más absoluta. Y más aún choca, si nos ponemos a repasar esa obsoleta Constitución de 1978, concretamente en el paradójico apartado de “Derechos y deberes de los ciudadanos” donde en el artículo 35 nos señala: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo”. Fatídica quimera con seis millones de parados.

No puedo acabar el artículo sin señalar, que un sistema cuyos derechos fundamentales se rigen en base al capital de cada individuo, es el origen del individualismo, del egoísmo, de la avaricia, de la corrupción y de la delincuencia. Ya que mientras la riqueza de unos pocos que les otorga una vida repleta de lujos se sustenta con la pobreza de las grandes mayorías, éstas últimas se ven despojadas, sin acceso a la vivienda, desahuciadas, sin derecho a la educación, sin trabajo, sin jubilación, sin sanidad…a su propia tumba, sin derecho reclamar lo que les pertenece, y cuyo único método de protesta que no conlleva la obtención de la violencia estatal, resulta ser únicamente, anticuadas vías legales de ineficacia absoluta hacia sus objetivos, bajo la legitimidad de lo que paradójicamente se atreven a llamar “democracia".

EL CAPITALISMO ES ANTI-DEMOCRÁTICO YA QUE SU FASE AGÓNICA E IRREMEDIABLE, PREDECIDA CON UN ANÁLISIS ECONÓMICO Y CIENTÍFICO, INCUMPLE LOS DERECHOS MÁS FUNDAMENTALES COMO EL TRABAJO, LA SANIDAD, LA EDUCACIÓN O LA JUBILACIÓN.

¡EL CAPITALISMO ES NUESTRA RUINA!
¡LUCHAR POR EL SOCIALISMO ES LUCHAR POR LA DEMOCRACIA!

L. Gómez

1 comentario:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar